Me hice cargo de tu luz
que desde afuera es tan hermosa
Aristimuño
Estoy callendo en el desuso de
tu mirada
cavilante y presuntuosa
de cucos ganadores de concursos,
de camas a cuadritos
y veloces guiños lunares
que pervierten el uso de los días
y los libros
para arquear tu espalda
como sexada por el tacto
del febril
plumaje de los árboles
que te miran descuidadamente
desataviandote de
tu virginal desacato,
del arrunche de tu mirada,
y me enojo con el
letargo de mi llegada/ en
la tarde.
Hilo lana con el huso
del tiempo
niña vibrante y valiosa
enredando caminitos muy obtusos
de mares y caballitos
que se guardan en tus sabanas distantes.
No te ofrezco mil miriadas
ni suspiros
o la protección con mi espada/ pero si
el ¡achís! de mi estornudo
para ahuyentar tus tristezas,
que es terreno predilecto
para hacer mil y una trizas
del galante zancudito
que se posa en tu cuellito.
Queda pues la espera triste
del sombrero y mis ojeras
de sentirte calientita
como el sol de la montaña.
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