Te
vas alejando del muelle donde estoy de pie, en tierra firme, luego de tanto
trasegar contigo por los mares llenos de advenimientos inciertos. La tierra
firme no es para mí, te quiero pero me estabas llevando contigo, no puedo
soportar mas, el mar me marea, tu incertidumbre es manchega y llena de imprecisiones.
Tú
buscaste que recorriéramos este último tramo del camino, alejándote y alejándome
para que por fin quede solo, sin conciencia ni compañía, como siempre quisiste
que estuviera, perdiendo toda validez. Ya no busco estilo propio, solo intento
decir las cosas como las siento y como las veo. No se tocar piano ni guitarra, pero si se tocar espaldas de
madera maleable, espaldas que no buscan nada mas que una caricia, no pretenden
ser nada mas pero que son mas que eso.
Te
devorará el tiempo corazón y razón, buscarás en la lata de sardinas la reminiscencia
de la sombra guardada por el ratón para la comida, perderás todo sentido
oclusal de orientación, el sol ya no pasará por el equinoccio en tus días, ni
yo buscaré en ti mi estrella para guiar mi norte perdido.
Perdiste
tu mirada con la última curva de la bicicleta, que dañaste sin buscar fututo
reparo de ella. Nos dañaste e intentas hacer toda la basurita a un lado y
seguir, debes limpiar los momentos y los tiempos, pensar y pensarte.
Reflexionarme, como rodilla en bajada. Seguiré perdiendo identidad como en
viejos tiempos, bajo el sol y con la lluvia, limpiándome de malos sueños y
desatesorando buenos recuerdos. Ya el aire ha perdido validez de ti, de mí, y
cada vez estoy mas lleno de absurdos.
Soy
un eco, una triste repetición (y en esta frase me encontrarás bastante, me
reconocerás) de otras letras, de otras bocas, de otros cuerpos y otros cuentos.
Ya no extraño la incertidumbre del sexo ni las nuevas músicas mutuas. Si la
palomita al dormir, pero todo es cuestión de costumbre, ¿no? Me voy a desvanecer. No te quiero querer más,
el tiempo
toma tiempo, salir del agua como gato mojado.
Irreversiblemente
creamos mutualidades de color de sabor de saber de querer de mentiras y de
robos a malas personas. Nos entrenamos muy bien, trepamos bien por los árboles
para la tela y nos repartimos juiciosamente la cocina. No se bien quien vendrá
a mi ruta, si ha de ser X o Y u otra multiplicidad del saber, si un pájaro en el
agua o un pez saliendo de la jaula.
¿Mentiroso
soy? Para ti ha de ser así, lleno de obscenidad y caricia revuelta con el pelo
de antaño. He venido recibiendo bondades inmerecidas para tanto mal hecho. Pido
disculpas por el desangramiento mutuo, por la destrucción masiva de tu pecho, y por los malos recuerdos que
llenan vasos vacíos del pasado. Ya
no me destruyas más.
Un
bon voyage. Déjame irme con todas las maletas, no por tu intención sino por la
mía. Sabrás de mi muerte si es necesario, de mi enfermedad y de mi vejez, pero
no intervengas ni con el pensamiento en mí. Regálame el olvido, como
don-bondad. Te quiero. En el olvido está el poder, no lo quise así nunca, ni la
distancia ni el resentimiento. Es rara esa compañía del recuerdo, esa
abullonada gana del saber.
Te
esperé en las esquinas para verte, te llamé con el deseo, ahora estás llena de
desierto para mí. Has de ser peyote o san Pedro para otro, no vas más en mis
alucinógenos. No hay sillas compartidas ni encuentros furtivos para pérdida de
información. Todo se desgastó y no queda mas guita, ni platos de comida
gratuita, ni compromisos a póstumos. Las grabaciones de recuerdos se desvanecen
y no quiero forzarlos a que se queden. Me importa un bledo la circunstancia y
el azaro del destino. Muerto este último. Camino sin reversa.
“Nunca
quise hacerte mal” Zoé, que buena banda. “Fulminando el tiempo”. (“Canta lo que
no puedas decir”). Te estoy dejando en remojo, crespa de papel, y ya verás que
con el tiempo te diluirás y pasarás a ser otra cosa, que yo no se bien qué
será. No se bien qué será.
El
tiempo tiene olor y temperatura. Lo dejaré al aire libre para limpiarlo.
(Género masculino determinante). Statifix Épanoui.
Es literal, cebo este último mate, contigo, a tu
honor, a tu dicha, en tus maletas en mi puerto. Lo cebo cerrando este párrafo y
este lapso de la vida.
“Ya no te
espero”.