martes, 7 de junio de 2011

2ª Entrega

Se posa una innombrable mariposa en el espacio vacuo de mis pies; desarrolla toda una estrategia llena de color y gracia. Abraza contados poros de mi piel y descanuta de a poquitos mi sonrisa, me devuelve sonidos de tambores inmensos y viejos.


Un alfiler taclea el tiempo que se escribe en las notarias y juzgados, despide olor a óxido y sal. Me detengo y lo miro a los ojos: Me mira con tristeza y siento ver algo de moho en su mirada. Me pregunto con cierto sabor a tren en la boca: ¿Cuánto falta para el paraiso de las ajugas y las telas?


Me topo una linterna color Luna y bombillo marca Sol. Un repiqueteo del caracol (molusco de ciertas intenciones) sobre mi cuello despierta la ansiedad de la vejez, la imprudencia de los copetones. Ñum ñum, libo cautelosamente la satisfacción. Tra la la.








Amarro decididamente mis extremidades a mi cuerpo. Lee Scratach Per me llama desde la altura del árbol. Le pongo velitas de macadamia y corro sobre las ramas cual miquito inconcluso o vaca voladora y violadora de cielos obtusos. Vuelvo a mis clases de yudo, desamarro mi cinta negra de karate, rompo los diplomas de jardin y escuelita primaria. ¡Oh! ¿Podré ver el fin de este limonoso rio de nubes que me cubre ahora?


Duda incansable e intanjible trae miel y azufre, para las curas diarias con tareas incoformes.

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