Delineo las curvaturas de tus manos,
leo el braile de tus labios,
desempaco todas las protecciones póstumas y
me deleito en tu compañía.
Me guarezco en la sombrilla del otoño
y
me dejo empapar de todas las fuentes
de los
diccionarios.
Desligo el humo del cigarrillo,
me confieso frente a la lluvia de verano.
Pasa un pájaro y me entretengo en la
comisura
delicadísima de tus ojos
en la arruga semipreciosa de tu sonrisa
en el desdobalmiento de tu sexo impúdico virginal,
pero llega un viento
imprudente,
ímprobo,
improcedente
que hace rodar las piedras
de
la conciencia
y
el tiempo.
Heme aquí lacerando mi virilidad,
descuidando mi fortaleza.
Ahora necesito.
¡Qué necesitancia!
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