lunes, 23 de mayo de 2011

Estribillo

Los besará y se ira después... Cuando me vaya.
Joan Manuel Serrat

Y no duden, 
                 si mi muerte
se aparece una semana perdida
vestida de azul

Y esta mujer de ceniza, 
ya sin brasa  
ni alumbre,
se queda viéndome, no se asusten.

Tal vez me encuentren,
o estallen mis llagas putrefactas.
pus cubrirá mis pies
o el alma se la comerán los chulos.

Infructuosos serán mis ruegos
por piedad,
                yaceré debajo
                                     deste
estandarte,
macilento y frío, acumulador de días.

Ustedes me verán
                          con esta mirada
de no ir a ningún lado
con las manos llenas de caminos sin resolver,
no huyan, mírenme, pero con mirada límpida,

con esa Mirada esperanzadora
      que
        se
       les
brinda a los muertos desahuciados.

Toquen madera, no rueguen por mí ni se persignen.
Sonrían ahora, sonrían con el frío, que es
lo Único que quedará
                                de mi.

No, no se desesperen si mi muerte
      los encuentra
sin agallas ni gaviotas, no, no desesperen.

Y aun así no huyan
y tengan bien sabido
que la muerte no devuelve a quien se lleva,
por eso, piensen bien en qué
                                         desperdiciar su tiempo.
Puede que  hallen un zapato roído
por la rata de la desazón,
un triste gusano comiendo el banquete
de mi pequeño y grave oído.

Aguanten un poco más la respiración
que este cuerpo liviano y rápido que recuerdan
pronto se irá, cuando llegue el mal olor,
y no puedan saber acaso que fue de mi corazón.

Y no duden,
                  no,
tengan la firme certeza
que si mi muerte
                         se aparece, en una semana,
perdida, vestida de azul y su percha de ceniza
es que viene por mi
                             la desgraciada.

Partiré a recorrer calcinados caminos
de agrios placeres o
insufribles dulces castigos.
Partiré
para abrir esa dura
brecha que ustedes
habrán de recorrer.

No respiraré mas este
                         olor
                         a
                         madera .
Espiaré sus cuartos en
la tranquila soledad del Sueño.

El supremo libro de viejos apuntes
cargará los suspiros que yo ya
                                            no
daré en ningún discurso.

No peinaré más mi trajinado
cabello
cansado
de ir almohada tras almohada
buscando el devenir de los días.

Días habrán para venir
a las letras
al toqueteo de mi Olivetti.

Firmaré permisos a
mi alma,
a mis dudas,
a mis pesares
para que ustedes, jóvenes transeúntes
de esta inmensa bola azul y tierra
tengan en que ocuparse
durante mi ausencia
que ustedes juzgaran
                                larga y obsoleta.

No verán, no,
no tendrán que hacerlo,
en qué múltiples formas
volveré.

Y se ocuparán de sus asuntos
reflexionando en la circuncisión del tiempo
o en el agua caliente del café.

Queridas personas-
                            insensatas-
amadoras de esos cuerpos
yo ya no estaré
y la muerte
habrá de ponerme su vestido.

Acuérdense de mi,
Que a su vez
yo haré mi triste esfuerzo.

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