La noche es injuriosa y
ávida de asesinar
con sus maquiavélicos juegos de festín
toda la felicidad otorgada por los dioses
o la muerte.
Se toma el tiempo- él- de pensarla
dulce y sensatamente, queriéndola,
pero no se da el tiempo - ella- de pensarlo
sentirlo y apartarlo de la guarida oscura de la palabra venenosa.
La tarde es tibia, larga y engalanada de verdes libélulas/
se entremezcla la caricia intencionada del adiós.
Ese amor tan comprensivo los arropa, para que
no se sienta la fría tristeza que puede separar.
Camina despacio -él- por la certeza
se bota en caída libre -ella- con las frases
la almidona la inquietud -ella- y sonríe eficazmente
respira y se insufla -él- la tranquilidad del yasaber.
Llega la mañana, como primero de enero,
cargada de menos tiempo y más días sin saber
para lograr
y
emanar
largos caminos augurados por los sueños -ella y él- de la vida.
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