martes, 2 de agosto de 2011

¿Cuántas cosas sabemos?

Pero me era imposible renunciar a la esperanza... -Julio Cortárzar

¿De que esta compuesta una palabra?

¿Será acaso las vocales abiertas o cerradas las que le dan su forma?

¿O verterán en ellas todo su poder las decisivas consonantes?

Un pensamiento se posa sobre ellas antes de su inexistente existencia, las deja desposeída de todo valor gramático, de toda emoción superflua o de vanidad indefinida.
Las susodichas sirven para dejar un recado en la puerta del vecino, para recibir una mala noticia o para dar un efusivo saludo de (mal-bien)venida.
Ellas se despreocupan de cualquier avance, solo nos dejan esa inutil herramienta que llamamos voz. Nos hacen arden en el fuego de la incertidumbre, nos muestran el desasosiego del no, ahuyentan los malos recuerdos de antaño, y hasta un Toño le grita a una Toña con alegre encaramiento que solo palabras no son amores sino mejor buenas razones.

Todo lo definimos con una palabra, le damos forma, le quitamos fuerza, le mostramos un camino o una instruccion al sujeto perdido en el centro de esta ciudad equisita de smog, pero si nos desposeemos de toda palabra aguda, u oclusal, ¿seremos capaces de subsistir sin ellas?
Pero un bandoneón nos habla desde el humo, un contrabajo desde el piso donde se toca, una percusión cualquiera nos entreabre la puerta al desconcierto, y todo con un aire incierto de silencio, lleno de nada, sin palabras para definir ni por definir.
Pero, al fin de cuentas, ¿De qué esta compuesta una palabra?

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