Se me escurren caricias sobre tu espalda de cobre
que intermitentemente se contrae
llega de a pocos al corrientazo
posterior del placer
me ahuyenta el día naciente
que se mete por la ventana
por las cortinas
por las paredes
y nos va bañando el viento
de ese deseo que está
que nos mira sentado en el borde de la cama
y nos deleitamos de él.
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